travesia del viajero |
Donde yacen los grandes
goces de folklor, donde el sonar acústico de las guitarras, los ancianos con gozo en los corredores de sus casas, y en las
esquinas de las calles. Donde los campesinos pasaban con sus cargamentos montados
en sus caballos y mulos trayendo a sus casas el alimento, desde sus terrenos
fértiles detrás de las montañas, esperados con un pocillo hasta el borde de
café para apagar el frio de su cuerpo por las heladas de los grandes bosques de
pino. Lugares de típica esplendidez donde la vista del humano silvestre se
acostumbra a ver la vida de la selva con ojos naturales, y la noche es como el día
para ellos, romper en los matorrales caminos anchos y caminar entre la selva en
plena oscuridad calculando cada paso con el puro instinto, en lugares sin
camino dirigidos nomas por la luz opaca de un candil a lo lejos como la estrella
de los reyes magos. Hacer meyas entre los collados es una forma normal de
aquella hermosa población que como una rosa entre una gran selva daban el
sentido de existencia como una inspiración en el corazón de un ser
sobrenatural.
En el pueblo que por su
nombre era sabroso como el sabor de la
sandía con su frescura hacía que el peregrino hambriento entre sus habitantes
en completa dulzura encontrara aliento y alimento.
Dos caminos llevan nuestra
existencia a algún lugar como el camino que debía tomar cada mañana un niño de
nueve o diez años, con aspecto de un natural nacido en el corazón de la selva,
este camino lo llevaba hasta el lugar donde permanecían las vacas lecheras y así
regresar con la leche a sus casa por un camino diferente, ordeñar las vacas
lecheras a pura mano era su trabajo, su única diversión, dicho trabajo lo
formaba para ser un hombre de bien desde temprana edad, sin percatarse que
había en el exterior todo un mundo de valores perdidos donde también existen dos
caminos para todos, y la elección de cualquiera de los dos influye en el futuro
de nuestras vidas, dos caminos y dos decisiones, el éxito y el fracaso, la
felicidad y la tristeza, la dicha y la desdicha el odio y el amor, los buenos
modales y la perdida de los mismos y así todos los días. Una gran esfera como
un gran mundo…
Buscando pasto verde las
vacas se perdían en el terreno destinado para ellas. Mientras caminaba pensaba en
lo hermoso que sería juntar todo a la vez tomar todo entre las manos mostrar al
mundo que existe la felicidad en nuestro interior siempre que veamos las cosas
con alegría y positivismo; la alegría está en algún lugar entre de todo; en lo
amargo con lo dulce entre la desdicha y la dicha entre el amor y el odio y
entre los escombros y la edificación, entre la paz y la aflicción, está
felicidad se encuentra encontrándonos a nosotros mimos junto al ser que nos creó
originalmente.
Exelente amigo!!!
ResponderEliminarGRACIAS, es un honor para mi servirles.
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