Solo
se escucha el cantar de los grillos en una oscura y ya avanzada noche, la felicidad
ya duerme con murciélagos en compañía. En aquel
entorno de derroche trato de despertar la felicidad -para no abatirme en
la fastidiosa helada de la madrugada que
se ha hecho dueña de mis poros- pero ella se ha congelado a causa del frío, no
encuentro lugar donde asirme, arropado bajo aquellos arbustos, se siente el
silencio acompañado de mi soledad. La mañana tarda en llegar, las horas se
hacen años esperando la luz de nuevo amanecer.
Calor!
Claman mis huesos, el agotamiento del día ha quebrado mis fuerzas, el frío de
esta madrugada a cambiado mi semblante, aunque la alegría se lleva dentro
esta
se ha quedado dormida en lo tibio de mi alma.
Como
punzadas de hielo hace el aire abundando el tormento, el cansancio y el
derroche helado compiten, jugando con mi cuerpo, mientras trato de cobijarme en
las hojas secas entre los matorrales. Mientras deseo el calor de la ciudad que
buco en esta travesía, me quedo dormido entre ramas secas en el suelo.
Todos
tenemos una travesía en este mundo, y el calor, frio, cansancio, hambre, tristezas, son
indispensable para nuestra subsistencia, es necesario resistir para saber que
lo que tenemos nos ha costado y por ende podremos valorarlo.
Si
existe un camino es porque alguien le transito antes y la parra de granadillas
no tenía fruto, alguien debió recogerlo antes. Todos tenemos una historia y
todos seguimos un patrón, hay pocas cosas que vivimos en común en esta
existencia, pero de entre esas pocas sobresale lo más importante, eso que
buscamos por instinto …felicidad… pero no hay felicidad sin sufrimiento, ambas
existen una por la otra.
El
viajero de la parra llena su canasta y yo he encontré desolación en lugar de
fruto, el lugar de encuentro de placer de otros se convirtió en pesadilla…
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