Un nuevo día ha comenzado,
con el viene la osadía del sol que no le teme a la oscuridad y con denuedo
cubre las tinieblas trayendo el calor; disipa la neblina que afrontaba y que como
velo de novia cubría el terreno hasta sus hondonadas. Cálido es el sabor de un
nuevo amanecer que se hace dueño de mi tiempo como diciendo que llego la hora
de trabajar, de enfrentar la dicha con sabor de alegría y seguir mi caminar
hacia el lugar tomado de la misericordia de un nuevo día.
El camino adornado de
flores silvestres a sus lados se
esconden las lagartijas que erizan mis vellos y desaparecer ante mis pies huyendo
del ruido extraño que producen mis pasos al pisar los montes osados junto al
camino, un ruido que siempre han escuchado pero nunca con el mismo destino; ellas
pueden contar historias con diferentes detalles, el camino por donde muchos han
transitado pero que a su final cuanta cada historia diferente ese camino se llama
la travesía difícil del viajero solitario que resuena como címbalo en mi mente.
presiento que en el pasado
lo he caminado pero solo es una imaginación como cuando uno piensa haber vivido
el momento presente de una inspección.
Con este pensar, mi caminar se vuelve una costumbre siento que el día trae
fuerte su luz y esa luz quema mi espalda en la cumbre de una montaña donde el
cansado deja su cruz.
Veo a lo lejos un final que solo me da la impresión que el
canino desaparece hasta donde mi vista logra llegar sin encontrarle un fin,
siento la sensación de que dicho camino me llevara a algún lugar aunque mi vida
diera en este momento un giro inesperado.
Nuevamente la tarde se viste de ungüento que hace descansar mis pies de un duro camino. Creo en el
valor que está a mi lado aunque un día más en mi existencia ha terminado, la razón de mi caminar lleva un objetivo que aún no he olvidado.
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