miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cantando entre voces sin Descifrar

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Mi caminar triunfará, es la dulce melodía que inspira al peregrino de aventuras en el bosque, rodeado de fieras y mil obstáculos que le desafían a esforzarse a cada paso.

Encontrándose en el corazón del bosque no hay vuelta atrás, retroceder seria perdida, avanzar a la meta es la única razón que nos motiva muchas veces a seguir adelante.
El ave vuela por el firmamento mientras sueño despierto pensando en el amor, el amor es el lema de mi viaje, la admirable ciudad, la ciudad del amor.

Es hora nuevamente de dejar mis facciones de pensador y proseguir mi camino abriendo brecha como el labrador en nuevas tierras para cultivar, dejando atrás la formidable enredadera que me fue casa por una noche la cual se lía con las hojas de los arboles antes de la llegada de la primavera.

El camino he tomado nuevamente aprovechando la frescura de la mañana, las gotas diminutas de neblina salpican las hojas de los árboles y el aire fresco hace doler los pulmones, avanzo sacando provecho porque aún no hay fatiga de sol.

Horas después enfrentado la ausencia de los árboles y me hago acompañar de una gran llanura, solitaria y con arbustos pequeños donde anidan las aves pequeñas y donde nuevamente vuelvo a ver las lagartijas cruzarse en mi camino, después de cruzar bordillos de grama y maleza diversa. Enfrento a cercas de alambre sostenido en postes de madreado.

Descubro al final  la torrecilla de la nostalgia iglesia de pueblo, mi camino se urge hasta su encuentro sin embargo camino de horas se hace entre hondonadas, llanuras y montañas de caminos pedregosos y aventureros.

Los obstáculos del camino se hacen más y más difíciles, los reptiles se convierten en serpientes que producen un corta aire en mi pecho estancado en mi valor, levantan mis vellos; sin embargo sin molestias huyen a mis pasos. 

Ya entrando a la montaña de nuevo, la cual suelda los collados pequeños con los robles y pinos enormes de muchos años en edad. Frente a un chaval arroyuelo decidido a descansar un poco, saco algunas montesinas, sápidas para este momento, logro degustar con mucho agrado el majar que me ofrece el hábitat. Guayabas, melocotones silvestres y bananos aun en sus tallos, son manjares que no echo de menos. Llena esta mi árgana frutas de buen sabor. 

Es hora de seguir mi camino con fuerza y valor acompañado de la brisa fresca que me acompaña y los últimos sonidos del pequeño arrollo.  Entrando a la pequeña selva que une al pueblo a la montaña con los tulipanes dando el toque esplendoroso, estos crecen solos en  derredor y el pequeño riachuelo corta la selva virgen para hacer el apartado del poblado y en sus aguas los niños bañan y las mujeres lavan sus ropas junto al bullicio confundido de los pájaros.

Pequeña montaña, extraños sonidos en el viento, gritos de niños, aves domésticas, cantando entre voces sin descifrar, se revela en un pequeño poblado
con sonidos de paz.

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