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Mi caminar triunfará,
es la dulce melodía que inspira al peregrino de aventuras en el bosque, rodeado
de fieras y mil obstáculos que le desafían a esforzarse a cada paso.
Encontrándose en el corazón
del bosque no hay vuelta atrás, retroceder seria perdida, avanzar a la meta es
la única razón que nos motiva muchas veces a seguir adelante.
El ave vuela por
el firmamento mientras sueño despierto pensando en el amor, el amor es el lema
de mi viaje, la admirable ciudad, la ciudad del amor.
Es hora
nuevamente de dejar mis facciones de pensador y proseguir mi camino abriendo
brecha como el labrador en nuevas tierras para cultivar, dejando atrás la
formidable enredadera que me fue casa por una noche la cual se lía con las
hojas de los arboles antes de la llegada de la primavera.
El camino he
tomado nuevamente aprovechando la frescura de la mañana, las gotas diminutas de
neblina salpican las hojas de los árboles y el aire fresco hace doler los pulmones,
avanzo sacando provecho porque aún no hay fatiga de sol.
Horas después enfrentado
la ausencia de los árboles y me hago acompañar de una gran llanura, solitaria y
con arbustos pequeños donde anidan las aves pequeñas y donde nuevamente vuelvo
a ver las lagartijas cruzarse en mi camino, después de cruzar bordillos de
grama y maleza diversa. Enfrento a cercas de alambre sostenido en postes de
madreado.
Descubro al final
la torrecilla de la nostalgia iglesia de
pueblo, mi camino se urge hasta su encuentro sin embargo camino de horas se
hace entre hondonadas, llanuras y montañas de caminos pedregosos y aventureros.
Los obstáculos
del camino se hacen más y más difíciles, los reptiles se convierten en
serpientes que producen un corta aire en mi pecho estancado en mi valor, levantan
mis vellos; sin embargo sin molestias huyen a mis pasos.
Ya entrando a la
montaña de nuevo, la cual suelda los collados pequeños con los robles y pinos
enormes de muchos años en edad. Frente a un chaval arroyuelo decidido a
descansar un poco, saco algunas montesinas, sápidas para este momento, logro
degustar con mucho agrado el majar que me ofrece el hábitat. Guayabas, melocotones
silvestres y bananos aun en sus tallos, son manjares que no echo de menos. Llena
esta mi árgana frutas de buen sabor.
Es hora de seguir mi camino con fuerza y
valor acompañado de la brisa fresca que me acompaña y los últimos sonidos del pequeño
arrollo. Entrando a la pequeña selva que
une al pueblo a la montaña con los tulipanes dando el toque esplendoroso, estos
crecen solos en derredor y el pequeño riachuelo
corta la selva virgen para hacer el apartado del poblado y en sus aguas los niños
bañan y las mujeres lavan sus ropas junto al bullicio confundido de los pájaros.
Pequeña montaña, extraños
sonidos en el viento, gritos de niños, aves domésticas, cantando entre voces
sin descifrar, se revela en un pequeño poblado
con sonidos de
paz.
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