El ave vuela por
el firmamento
mientras sueño
despierto
pensando en el
amor
el amor, es el
lema de mi viaje.
Esplendido el
caminar del viajero, lleno de obstáculos pero junto con ellos está la dicha de
la felicidad, mis pupilas quedan erguidas al deleite de mirar de aquel lugar
rodeado de pequeñas casas, con techos de paja, portezuelas de madera sin
cepillar, casas embarradas con tierra y cañas de papiro, típicos jardines con
plantas de “Jacinto, amor de un rato y tuyos”
Las rosas nombradas de castilla por su palidez y originalidad sobre sale entre
todos los jardines, jardines rodeados
por piedras teñidas en cal.
Sus derredores
vallas de arboles de naranja entrelazadas con masteleros de plátanos, marañón , guayaba y aguacate. En una terreno
limpio entre los solares extensos, un hermoso pueblo con gente especial, de tés
oscura, ojos achinados, con una sonrisa de sincera atención y naturalidad, como
si la selva hubiese enseñado.
Las butacas, esas
acogedoras sillas que en sus patios de tierra con jardines a su derredor sirven
de descanso en el largo camino de un viajero camino que me lleva a mi destino.
Los obstáculos no se comparan con la dicha que mi corazón siente, al querer llegar
al lugar de plena felicidad donde se consumiría todo quebranto del camino. Pobladores
sencillos de corazón, donde ¨un pase adelante¨ fue su saludo de bienvenida sus
ojos alegres y su sonrisa empañada por la timidez, brilla bañada de amabilidad.
un corazón dispuesto a servir de la mejor manera a este pobre viajero que de
descanso en descanso había llegado hasta sus linderas.
Los niños que se adolecen
por mi condición mendiga, miraban con asombro mi llegada, con mis pupilas sin
color natural y mi semblante cansado, sin lucir belleza y esplendor sino solo
mejillas quemadas por el sol, pupilas ennegrecidas a causa del calor, el
cansancio y el mal dormir.
El sol estaba en plena tarde, dando su anuncio a
desaparecer detrás de los arboles enormes de la montaña virgen que se alzaba
como una gran diosa.
El cansancio ya
se dibujaba en el pesado sueño que caía en mi cuerpo, con mis mejillas caídas, trataba
de encontrar la esperanza de dormir y deseando encontrar un lugar
donde mi descanso
encontrara refugio. El viajero espera en las butacas hechas por artesanos empíricos,
con madera de roble
incrustadas en el
suelo como estacas.
Un tiempo de espera
y acompañado por un anciano que sostenía su bastón de madera con el cual hacia
rallas en el suelo mientras me interrogaba sobre mi viaje…
Hugo-sam
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