sábado, 14 de enero de 2012

Las butacas



El ave vuela por el firmamento
mientras sueño despierto
pensando en el amor
el amor, es el lema de mi viaje.

Esplendido el caminar del viajero, lleno de obstáculos pero junto con ellos está la dicha de la felicidad, mis pupilas quedan erguidas al deleite de mirar de aquel lugar rodeado de pequeñas casas, con techos de paja, portezuelas de madera sin cepillar, casas embarradas con tierra y cañas de papiro, típicos jardines con plantas de “Jacinto, amor de un rato y  tuyos” Las rosas nombradas de castilla por su palidez y originalidad sobre sale entre todos los jardines, jardines  rodeados por piedras teñidas en cal.

Sus derredores vallas de arboles de naranja entrelazadas con masteleros de plátanos,  marañón , guayaba y aguacate. En una terreno limpio entre los solares extensos, un hermoso pueblo con gente especial, de tés oscura, ojos achinados, con una sonrisa de sincera atención y naturalidad, como si la selva hubiese enseñado.

Las butacas, esas acogedoras sillas que en sus patios de tierra con jardines a su derredor sirven de descanso en el largo camino de un viajero camino que me lleva a mi destino. Los obstáculos no se comparan con la dicha que mi corazón siente, al querer llegar al lugar de plena felicidad donde se consumiría todo quebranto del camino. Pobladores sencillos de corazón, donde ¨un pase adelante¨ fue su saludo de bienvenida sus ojos alegres y su sonrisa empañada por la timidez, brilla bañada de amabilidad. un corazón dispuesto a servir de la mejor manera a este pobre viajero que de descanso en descanso había llegado hasta sus linderas.

Los niños que se adolecen por mi condición mendiga, miraban con asombro mi llegada, con mis pupilas sin color natural y mi semblante cansado, sin lucir belleza y esplendor sino solo mejillas quemadas por el sol, pupilas ennegrecidas a causa del calor, el cansancio y el mal dormir.

El sol  estaba en plena tarde, dando su anuncio a desaparecer detrás de los arboles enormes de la montaña virgen que se alzaba como una gran diosa.
El cansancio ya se dibujaba en el pesado sueño que caía en mi cuerpo, con mis mejillas caídas, trataba de encontrar la esperanza de dormir y deseando encontrar un lugar
donde mi descanso encontrara refugio. El viajero espera en las butacas hechas por artesanos empíricos, con madera de roble
incrustadas en el suelo como estacas.
Un tiempo de espera y acompañado por un anciano que sostenía su bastón de madera con el cual hacia rallas en el suelo mientras me interrogaba sobre mi viaje…

Hugo-sam

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